El Inces conmemora la siembra de Andrés Eloy Blanco

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Poeta venezolano, orgullo de esta tierra

RODÍN BUSTILLOS

El Inces conmemora la siembra de este ilustre poeta y escritor venezolano, quien destacó el humor y la identidad nacional. Andrés Eloy Blanco, uno de los más importantes poetas de Venezuela y de América Latina.

 

El 21 de mayo de 1955, en un accidente de tránsito, falleció el poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, en Ciudad de México, país en el que permaneció exiliado tras ser derrocado el presidente Rómulo Gallegos en 1948.

 

Este ilustre poeta y escritor venezolano destacó por el humor e identidad nacional que se leía en sus letras. Nació en la ciudad de Cumaná el 6 de agosto 1896, su obra maestra está editada en diversos libros, entre los que se destacan «Giraluna», «El Huerto de la Epopeya», «Navegación de Altura», «La Aeroplana Clueca», «Vargas», «Tierras que me oyeron» y «Albacea de la Angustia».

 

Destacan en la poesía y literatura de este insigne venezolano el humor, la identidad nacional y el amor, elementos que manifestó mientras participaba en el movimiento universitario de la Generación del 28, colectivo que luchó contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, quien lo encarceló más de seis años.

 

El Congreso Nacional en el año 1973, a 18 años de su muerte, decidió editar sus obras completas en diez volúmenes, cinco de los cuales recopilan su gestión periodística (crónicas y ensayos cortos). También se encuentran algunos de sus excelentes discursos, puesto que fue considerado uno de los mejores oradores de Venezuela durante el siglo XX. Actualmente, sus restos reposan en el Panteón Nacional.

 

Conoce algunos extractos de la magnífica obra de este ilustre poeta venezolano.

 

La Barca del pasado
Caracas fue la cuna
y Angostura la eternidad.
Por los montes andaba la Patria sin bautismo,
cuando llegó a los llanos, curva de caminar,
y entre tus aguas se fundió contigo
y fue contigo un solo llanto y un solo rugido tenaz.
Y bajaste con ella. Te cabalgó. Su trenza
era la espiga del escudo y tú eras el caballo sin paz.

 

Caminos

Y dijo el preso que no lloró nunca:
—Ya eso ocurrió y ocurrirá de nuevo;
Aquí está el sol metido en agua fresca;
Aquí está el huerto, aquí está el horizonte
y aquí el camino que no tiene atajo.
Todos volvimos la cabeza.
Estaba recio y limpio en la sombra del patio
y nos mostró, bajo el sol de su risa,
sobre el país de su pecho
la voluntad de sus manos.

Canto de los hijos en marcha
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros,
con sus dos caballos gordos y pesados,
como de levita, como del Gobierno.
Que si traen caballos, traigan dos potrillos
finos de cabeza, delgados de remos,
que vayan saltando con claros relinchos,
como si apostaran cuál llega primero.