Nacido el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina, hijo de Ernesto Guevara y Celia de la Serna, el «Che», eligió un camino distinto al que muchos podrían imaginar para él dada su privilegiada posición económica.
Pudo ser abogado pero se interesó por la medicina y por la política. La Guerra Civil española lo puso en contacto con la realidad política y social del mundo y un recorrido de 4 mil 500 kilómetros por las regiones más pobres de Argentina le abrió los ojos ante la desigualdad.
La medicina fue el puente para alcanzar lo que sería su destino: hacer la revolución para lograr un cambio social en América Latina. Pero el periodismo lo acompañó durante toda su vida, incluso durante sus largos días de lucha en la Sierra Maestra, en Cuba.
Cultivó un gran amor por la literatura y la poesía, de hecho, en sus labores como periodista para agencias de noticias, siempre estuvo dispuesto a dejar apuntes de su realidad, no solo en lo político sino también en los deportes y la cultura.
A 50 años de su asesinato en Bolivia, recordamos los aspectos más importantes de la vida del Che Guevara:
La revolución necesaria
En sus numerosos viajes por América Latina recogió los deseos de cambio y de justicia de los pueblos oprimidos. «Ese vagar sin rumbo por nuestra Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí», relató en una de las crónicas posteriores a su segundo viaje.
El Che veía la injusticia. Era un marxista autodidacta que luchó por el socialismo para reemplazar al capitalismo. «El deber de todo revolucionario es hacer la revolución». Es el ícono de la izquierda en América Latina y el mundo, rechazó las injusticias y la rebeldía ante un sistema que generaba y aún genera profundas desigualdades sociales.
En 1955, durante un viaje a México conoció a los hermanos Fidel y Raúl Castro y se enlistó como médico en la que sería la expedición Granma, que llevaría a un grupo de guerrilleros a luchar contra el régimen de Fulgencio Batista en Cuba.
Con ellos se enfrentó a la dictadura cubana y al vencer, la Revolución le otorgó la nacionalidad cubana, permitiéndole participar hasta 1965 en la organización del Estado cubano, promoviendo importantes reformas políticas y sociales.
Pero la convicción de que la lucha armada era eficaz lo llevó por países como el Congo y Bolivia donde apoyó los movimientos insurreccionales con la idea de lograr lo mismo que había logrado en Cuba.
La huella imborrable
El Che es un símbolo de la lucha armada contra el imperialismo, esto se convirtió en su legado político por su influencia y participación en los movimientos revolucionarios del mundo.
Adverso a las pretensiones imperialistas de Estados Unidos, tomó del marxismo y del comunismo los elementos necesarios para construir una identidad propia que tradujo en un movimiento fundamentado en la tesis de que no era necesario esperar a que las condiciones sociales produjeran una insurrección popular, sino que una pequeña guerrilla era suficiente para crear las condiciones y desencadenar el alzamiento popular.
El Che fue capturado y ejecutado de manera clandestina en Bolivia, por orden de la CIA, mientras impulsaba la instalación de focos guerrilleros en el país suramericano el 9 de octubre de 1967. La muerte no fue suficiente para acabar con el respeto y admiración por el líder revolucionario y su papel en la historia.
Aún después de su muerte, el Che y sus ideas siguen vivos en los movimientos que reclaman un cambio en las estructuras de poder. Destacadas figuras del arte, la política y el deporte y de diversas corrientes ideológicas como Jean Paul Sartre, Diego Armando Maradona, Carlos Santana, Gabriel García Márquez y el líder checheno Shamil Basáyev forman parte de los personajes que se han identificado con su figura e ideales.
El avance de los gobiernos progresistas en América Latina muestran que el ejemplo de heroísmo y honestidad de este revolucionario ha llegado a los jóvenes, trabajadores y campesinos que luchan para lograr una sociedad de justicia social.